miércoles, 24 de febrero de 2010

En la capital

Dos muertos y 17 heridos en el incendio de un hotel en Andorra

Dos personas murieron y otras 17 resultaron heridas de diversa gravedad en un incendio esta madrugada en un hotel de la avenida Príncep Benlloch de Andorra la Vella, según informó el Gobierno andorrano.

El incendio se inició sobre las 3.30 horas y afectó a la primera planta del Hotel Normandia, y según las primeras constataciones de los Bomberos, el fuego se pudo originar en la zona de recepción del edificio.

Las dos víctimas mortales, un residente español de 48 años y otro brasileño de 28 años, se precipitaron por la ventana huyendo de las llamas.

De los 17 heridos, tres están graves: uno con contusión hemorrágica cerebral y hepática, ingresado en el Hospital General de Cataluña; otro con intoxicación por dióxido de carbono y quemaduras de tercer grado en el 30% del cuerpo, evacuado al Vall d'Hebron de Barcelona; y un último, con policontusión, en el Hospital Nostra Senyora de Meritxell d'Andorra.

Los otros 14 heridos, con inhalación leve de humo, fueron dados de alta por el hospital andorrano.

En los trabajos de extinción del fuego participaron 16 dotaciones de los Bomberos andorranos, y los servicios sociales y de atención psicológica del Gobierno andorrano dieron asistencia a los afectados.

El Gobierno, en coordinación con el Comú de Andorra la Vella, decidió realojar provisionalmente en un hotel próximo a las personas afectadas por el incendio.

A iniciativa de una asociación

Una campaña antitabaco con guiño sexual desata la polémica en Francia

'Fumar es ser esclavo del tabaco', dice el eslogan.

'Fumar es ser esclavo del tabaco', dice el eslogan.

  • '¿Qué mejor ejemplo de sumisión en el imaginario colectivo', afirman

El ejercicio de Fumar equivale a la humillación de someterse a una felación contra la propia voluntad. Al menos, es cuanto se desprende de la campaña antitabaco promovida por la beligerante asociación Derechos de los no Fumadores (DNF).

Pretendían sus miembros remover las conciencias y, cuanto menos, han removido las aguas. Tomando como referencia la imagen de un chico y de una chica �ambos rubios, de ojos azules y joven- que aparecen constreñidos a rebajarse delante de una bragueta.

En lugar del viril atributo masculino, aparece un cigarrillo. Y un eslogan: "Fumar es ser esclavo del tabaco", puede leerse en los carteles que empapelan los espacios públicos de París. Especialmente los bares, las discotecas y los espacios de alterne.

No se trata de una campaña de Estado, sino de una iniciativa sectorial que ha escandalizado a partes iguales a las asociaciones familiares, a las feministas y a diferentes personalidades políticas. Unas y otras lamentan la demonización del sexo y la gratuidad de la asociación entre felación y sometimiento, aunque el presidente de la DNF se enorgullece del resultado.

"Nuestra idea está muy bien captada", explica Gérard Audurueau. "Pretendíamos demostrar que el tabaco es una sumisión. Pues bien, ¿qué mejor ejemplo de sumisión en el imaginario colectivo que una felación obligada?".

No satisface la explicación a la asociación Familias de Francia. Sus abogados van a recurrir a la autoridad francesa que regula la publicidad para retirarla de los escaparates. "Nos parece lamentable que una campaña de concienciación pase por malinterpretar el sexo", objetaba Crhistiane Terry a propósito de los carteles que ya decoran París.

La DNF legitima su estrategia tanto como recuerda el incremento en el consumo de tabaco que se ha experimentado en Francia. Los fumadores consumieron un 2,6% más de tabaco en 2009 que en 2008.

Baile de cifras tras el terremoto

Sí, son 300.000 muertos

El cadáver de un hombre yace en una calle de Puerto Príncipe. |  Fernando Quintela

El cadáver de un hombre yace en una calle de Puerto Príncipe. | Fernando Quintela

El 12 de enero por la noche, las redacciones de todo el mundo ya sabían que el epicentro del terremoto estaba en Puerto Príncipe. Sin embargo durante las primeras 24 horas, a estas mismas redacciones sólo llegaron de Haití algunas fotografías, muy pocas, imágenes, muy malas o informaciones, muy ambiguas. Puerto Príncipe ya era un caos y las agencias con presencia permanente en el país hacían lo que podían por cubrir la demanda.

Mi amigo Daniel Lozano, tan intuitivo como buen periodista, me llamó y me dijo “acaban de decirme que se ha sentido, y muy cabrón, en Panamá. Conociendo Haití, eso debe ser un auténtico desastre”. Cualquiera que conozca el país, o la región, podía intuir algo parecido.

A medida que llegaban nuevas imágenes, los medios fueron añadiendo dígitos a la devastación.

Desde México y desde Madrid, periodistas de los que pontifican y respeto, llegaron a insinuar que los medios habían empezado ya una carrera por el circo y que las cifras ofrecidas no eran un dato objetivo (aghhh¡¡¡, que palabra en medio del terremoto ) si no un grito de socorro del Gobierno haitiano hacia el mundo. El primero en hablar había sido el primer ministro Jean-Max Bellerive cuando dijo que había “más de más de 100.000”, aunque sin explicar en que basaba su cálculo.

Hubo quien comparó el tema con el 11-S cuando se llegó a hablar de 50.000 muertos tras la caída de la segunda torre, aunque finalmente la cifra rondara los 2.000. Un manejo llamado a anestesiarnos a la hora de digerir más y más muertos.

Foto: Fernando Quintela

Foto: Fernando Quintela

Hasta ese día sólo se sabía que se había derrumbado el Parlamento, el palacio Presidencial, siete ministerios, la gran mayoría de escuelas y hospitales de barrio y decenas de miles de casas. Se sabía ya que la calle estaba llena de cadáveres y que se habían venido abajo la cárcel, la catedral, y todas las iglesias grandes. Se sabía también que el arzobispo y el jefe de la misión de las Naciones Unidas estaban bajo los escombros.

Críticas al circo de cifras

Leí por entonces críticas al circo de cifras pero muy poco sobre porque las imágenes de las víctimas del 11-M fueron tratadas con la máxima sensibilidad, sin que esa misma delicadeza sirva para los negros que viven en países miserables.

Días después el presidente de Haití aumentaría sucesivamente la cifra oficial de 120.000, a 150.000 y finalmente a 217.000. Tras sortear sin mayor problema la seguridad de Préval y entrevistar a la ministra de comunicación en una tienda de campaña, lo de ‘oficial’, sonaba a chiste. Más aún al escuchar la coletilla que acompañaba cada dato: “sin contar los muertos que fueron enterrados ya, ni los quemados ni los que siguen bajo los escombros” repetía el presidente.

Pero poco a poco fueron llegando más y más periodistas y Ongs y observadores y funcionarios...y todo lo que se había contado era poco. Carrefur, Delmas, la Gran Rue, Cite Soleil, los alrededores del Puerto, del mercado central... había zonas en las que no quedaba nada. Y la coletilla tomó forma.

Al final de la calle Fotr Mercredi, en lo que serían las favelas de Puerto Príncipe, que ya es decir, hay algo parecido a un campo de fútbol de arena y porterías fabricadas con restos de tuberías. Bajo este campo, los hombres del barrio improvisaron una tarde una fosa común en la que enterraron a 50 vecinos.

El vecindario ha cambiado de nombre al lugar, ahora se llama ’12 de enero’ pero los niños no han dejado de jugar al fútbol ahí. Ningún organismo sabe del cambio en el topónimo igual que ningún organismo sabe que ahí, entre los callejones y al final de la cuesta, hay enterradas medio centenar de personas.

El sábado 16 de enero, los cadáveres desbordaban la morgue. Una alfombra de cuerpos hinchados, rígidos y cubiertos de moscas con una ligera sonrisa como última mueca, se extendía hasta donde se perdía la vista. A muchos metros de ahí el olor era ácido, agrio...fuerte y sólo con mascarilla era posible acercarse.

Cuerpos tirados en la calle y que nadie reclamó nunca

Eran los cuerpos que llevaban varios días tirados en la calle y que nadie reclamó. Sólo dos días después, coincidiendo con las primeras señales de vida ofrecidas por el presidente René Preval, ellos ya no estaban allí. En medio del desconcierto y la desaparición de cualquier atisbo de Estado, alguien con la suficiente sangre fría había dado la orden de enterrar en fosas comunes los cuerpos antes de que comenzaran las enfermedades. Transportados con excavadoras, dudo que nadie se hubiera tomado la molestia de contarlos.

Durante la semana siguiente al terremoto, era fácil ver los cuerpos ardiendo en las esquinas. El fuego y la noche. Una imagen de las que no se olvida jamás. Tampoco había ahí ningún notario, libreta en mano, dando fe de incineración del cadáver. Los muertos desaparecían sin dejar rastro. Sin embargo, los vivos, en un país donde el 40% de la población no tiene ningún tipo de documento, se hacían de repente visibles ahora que había en la ciudad casi 4.000 mutilados y cientos de miles de heridos.

Es sabido que los muertos de países pobres cotizan a la baja. Más motivos para pensar que sí, que son 300.000. Aunque no sea cierto.